A fines de 2020 y comienzos de 2021, en plena pandemia, teníamos una predicción un poco más optimista que el consenso de los analistas. En dicha proyección, en 2021 y 2022, el año actual, se venderían entre de 3,3 y 5,1 millones de vehículos eléctricos -EV (vehículo eléctrico)+PHEV (vehículo híbrido eléctrico enchufable), según los estándares de medición internacionales, es decir, no se contabilizan los híbridos no enchufables-.
La última revisión post-COVID (marzo 2022) indicó un warning flag por crecimiento «muy inesperado» en 2021, que superó las seis millones de unidades, lo cual prácticamente duplicaba la proyección mencionada al comienzo de esta columna (3,3 millones).
Ello llevó a una drástica revisión que nos condujo a proyectar este 2022 con más de 8,3 millones de unidades vendidas (como mencionamos, la curva previa proyectaba unos 5,1 millones). Ello indicaba que la famosa meta de los 10 millones se cumpliría en2023. Ya el viejo consenso de ese hito para 2025 se había corregido adelantándolo a 2024.
Sin embargo, los actuales datos de 2022 hasta julio pasado, nos advierten, con datos duros, que la realidad es muy diferente a las predicciones más optimistas.
Ello nos lleva a que podamos asegurar que la meta de 10 millones de EV vendidos se superará este 2022. En estricto rigor nuestra estimación de tendencia apunta a 10,2 +/- 0,3 millones al cierre de este año.
¿La razón de este fenómeno? ¿Qué augura?
Aún es temprano para concluir algo, pero a mi juicio refleja el hecho que la guerra de la electromovilidad se inició apenas se consolidó el fuerte y decidido apoyo económico y financiero a la demanda, particularmente de vehículos eléctricos, por parte de los gobiernos de los países desarrollados con los sorprendentes fondos de reconstrucción de la crisis del COVID 2020. Ellos han sido usados como plataforma de una guerra geopolítica.
Esta guerra a muerte, ya en plena batalla de misiles y bombardeos, tiene los enemigos de siempre, las industrias automovilistas consolidadas con crecientes y agresivos planes de inversión (ellos tienen el dinero, pero también un legado que reducir cuidadosamente). Principalmente esto se ve en los países europeos y en Estados Unidos. Japón, sorprendido, podría o debería estar preparando una ofensiva brutal.
Los chinos, sin embargo, han decidido liderar esta nueva industria automotriz a nivel mundial y sus marcas de EV ocupan siete de 10 top vendedores globales este año hasta Julio.
Se avecina una andanada de nuevos, modernos y excelente relación precio/calidad de autos eléctricos chinos. Las restricciones de homologación en los países occidentales (una barrera geopolítica muy poderosa) han impedido que esta ola llegue con fuerza, pero se visualiza que será una barrera que caerá muy pronto. Por lo pronto, Chile ya anunció que aceptará las normas chinas en un par de años e incluso algunas ya han sido aceptadas este año como la norma de cargadores rápidos.
Esta guerra mundial se realiza en varios frentes, incluyendo la infiltración tanto de fábricas como ventas en los propios países contingentes y escala a la cadena de suministros, donde la batalla por los chips y compuestos electrónicos es una parte y la de los suministros críticos, como baterías y su cadena de suministros aguas arriba (como el litio), serán particularmente parte de una «guerra de guerrillas» entre grandes combatientes.
Chile, entonces, debería tener una visión estratégica en base a un análisis experto, realista y amplio, más allá de las ilusiones ingenuas y amateurs de buenos deseos geopolíticos regionales o locales.
La guerra ya comenzó hace ya algunos años y estamos recién viendo las primeras consecuencias.
En las guerras, los que ganan son la cadena de suministros de armas, pero a su vez, ellas son fábricas muy poderosas e influyentes que miran mucho más allá de la ingenuidad local.
Nosotros ciertamente tenemos un rol visible y contingente proveyendo «parte» de los suministros claves, pero a su vez no somos conscientes que somos un engranaje fácilmente reemplazable e incluso adquirible a un costo muy menor con respecto a los beneficios del gran cuadro del futuro de canibalizar la industria automotriz equivalente al Producto Geográfico Bruto (PGB) de Alemania y Francia juntos.
Un enorme mercado que aún tiene un 90% de vacancia asegurada para ocupar en menos de 10 años. Por tanto, comenzarán los cantos de sirena y seremos seducidos por los mercaderes de la guerra con las canciones que queremos escuchar. En otro dominio, un ejemplo se visualiza.
En la guerra de Ucrania, Europa está tomando medidas para sustituir la oferta de combustibles y gas desde Rusia, que lo ha usado como presión. Es obvio que ello traerá fuertes efectos para la economía rusa después de la guerra, cuando su principal cliente lo haya sustituido en un 80% por otros proveedores y medios. Falta de visión de los rusos, creyeron que su arma del monopolio energético los haría hincarse. No pensaron que, en la balanza de la guerra, ellos serían desechados a cualquier costo.
Chile perfectamente podría ser la Rusia de la guerra de la electromovilidad y su inocente e ingenua «sensación» de control actual del recurso, podría ser la clave de una desastrosa consecuencia posterior. (Ojo al Triangulo del litio).
Tal como la guerra entre Rusia y Ucrania, habrá pérdidas materiales y habrá ganadores y perdedores. Algunas empresas desaparecerán, otras se fusionarán y el mundo de esta industria será muy distinto al que conocemos (o conocíamos).